¿Habrá tiempo de cambiar?

Desde hace 4 años comprendí que el guatemalteco, sea de la ciudad o no, no aprendió a ver lo que tiene, porque no se enamoró de ello. Si lo hubiera hecho ¿habría permitido que le bloquearan estas vistas con cables, edificios feos, vallas o cualquier otra cosa?

Arquitectos, ingenieros, comerciantes, diputados, políticos, abogados. Nadie se puso a pensar en que lo que más te inspira, es aquello que te enseña simpleza, fortaleza y belleza, todo al mismo tiempo.

¿Habrá tiempo de cambiar?

También soy consciente de que esto no es un problema exclusivo de mi país, sino que sucede en todo lo largo y ancho de Latinoamérica. Y sí, para encontrar la raíz de todo esto, obligadamente nos tenemos que remontar a la época colonialista, en la que los invasores europeos vinieron a imponer su visión, sin tomar en consideración la simbiosis entre los pueblos originarios y el entorno que les rodea.



Pero también hay que responsabilizar a esos nuevos dueños de los países. Esos descendientes de los criollos que impulsaron las independencias de los Estados, esos empresarios, conservadores y religiosos que dirigen los países en los que vivimos. La idea de desarrollo ha sido impulsada por estos pequeños sectores, quienes más que impulsarlo desde la visión e idiosincracia de los pueblos nativos, lo hace con la idea de occidentalizarse, con el riesgo que la pérdida de los recursos naturales conlleva.

Más que solo quejarme, me da pena saber que todo ese potencial que siempre tuvimos, se perderá mientras el mundo se ocupa en peleas virtuales, defendiendo opiniones y posturas que, a la larga, poco hacen por cambiar la realidad que vivimos.

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