Despacio abro los ojos. Temo encontrarme con una realidad fea y gorda. Toparme con rollos de incoherencia repartida y exigida por las masas. No hay dinosaurios, o al menos no aquellos que se contonean en el celuloide. Estos dinosaurios desafían el presagio de destrucción y mantienen su línea de indiferencia.
Sin embargo mis entrañas me siguen pidiendo que culmine la huida iniciada hace nada. Nanosegundos que se acumulan y se quedan rezagados ante el deseo de la meta final…
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