El arte por el arte




Hablar de arte en estos días puede parecer extremadamente conveniente y ventajoso porque el arte se ha convertido en un tema tan subjetivo como decir si me gusta más la coca cola que la pepsi o si prefiero la gallo sobre la bhrava. Todo mundo tiene su opinión y se morirán con ella.

A lo largo del tiempo se han dado numerosas definiciones de arte, entre ellas: «el arte es el recto ordenamiento de la razón» (Tomás de Aquino); «el arte es aquello que establece su propia regla» (Schiller); «el arte es el estilo» (Max Dvořák); «el arte es expresión de la sociedad» (John Ruskin); «el arte es la libertad del genio» (Adolf Loos); «el arte es la idea» (Marcel Duchamp); «el arte es la novedad» (Jean Dubuffet); «el arte es la acción, la vida» (Joseph Beuys); «arte es todo aquello que los hombres llaman arte» (Dino Formaggio).

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Dentro de mi propio, y limitado, conocimiento y experiencia, puedo decir que el arte es la capacidad de decir lo mismo pero de distinta forma, es decir, en estos días, la humanidad ha descrito todo lo que le rodea, no hay nada nuevo que descubrir, salvo la edad del universo, la nanotecnología y los viajes al espacio interestelar. Pero dentro de la raza humana como especie y su entorno natural, urbano, artificial, familiar, social, sentimental, laboral, educativo, etc., todo se ha dicho, se ha interpretado, dicho y se mostrado de las formas más variopintas.

Igual, no quiero concentrarme en eso, porque caería en lo mismo y diría lo mismo, de diferente forma, acerca de un tema que, al igual que la política, el fútbol y la religión, siempre generará controversia. Mi punto es las sensaciones que el mundo del arte me provoca.

Siendo un adolescente siempre me sentí más atraído por el mundo de la gente que crea, que está en constante movimiento, que busca dar el paso extra, que no se conforman con lo establecido y que gustan de confrontar los convencionalismos con pensamientos y actitudes diferentes. Como cualquier adolescente, el rock fue mi primera toma de contacto con ese mundo. Luego vino el cine, la fotografía, la pintura, la escultura y la literatura.

Con el tiempo fui involucrándome más. Asistía a galerías, museos. Tertuliaba con gente que pensaba, supuestamente, igual que yo. El leer, interpretar, adentrarse en el subconsciente expuesto de una persona a través de su obra era parte de mi quehacer cotidiano. Mucho de ese contacto se dio por mi trabajo como periodista, pero más que todo, por mi deseo a ser parte de ese mundo.

La pregunta real después de 7 u 8 años es ¿qué es ese mundo? ¿qué tiene de real? Fiestas, chupes, ligues, conectes. Sexo, drogas y rock and roll. Hay de todo. Pero igual siento que uno llega a convertirse en un ser cínico. La crítica con aires de snob se hacen parte cotidiana del vocabulario. La gente se cree única e irrepetible.

Los pedos de quienes viven en dicho mundo, según ellos, no huelen o huelen distinto. Cada palabra, cada idea, es la más grandiosa y escandalosamente genial idea que cualquier ser pudo haber creado.

Nadie puede escribir, nadie puede editar video, nadie puede hacer fotos, pintar, cocer, bailar, brincar, gritar. Pararse en una esquina del centro vestido de negro con un palo metido entre el culo es el mejor perfomance de la historia.

Hacer una foto de un niño recogiendo basura es lo más sensible que jamás se haya mostrado. Hacer cortos con escenarios y locaciones en el centro y utilizando un lenguaje coloquial es lo máximo en el cine actual y la quintaescencia del séptimo arte. Y así puedo enumerar tantas cosas que se ven en este mundo. No importa si es en Guatemala, Panamá, España, Estados Unidos. Los artistas siempre se creerán superiores. Y quienes les rodean más, aun y cuando viven a costa de lo que otros crean.

Puede que esto sea una crítica sin sentido. En realidad no va dirigido a nadie en especial. Más bien me critico a mi mismo por querer perderme en un mundo que no es el mío. Me critico a mi mismo por creer que para crear tengo que convertirme en un fantasma atado a la moda de la no moda. En fin, son criticas varias. Pero al mismo tiempo, me aplaudo por darme cuenta a tiempo y así salirme de él.

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