La historia de Ramirito el cerdito


Había una vez un cerdito que se llamaba Ramirito. Este cerdito era bastante especial, porque tenía un mechón de pelo de color gris plateado. Sus amigos cerditos solían molestarlo en la escuela. Le ponían apodos feos, se reían en su cara. Cabeza de trapeador le decían. Su mamá, que se llamaba Petronila, y a quien de cariño le decían Petronila, no sabía qué hacer para mejorar el autoestima de Ramirito. Y es que contarle el por qué de su mechón de pelo sería revelar un secreto morboso y escalofriante: Ramirito no era hijo de su esposo, Cerdón, en realidad Petronila había tenido una aventura con una oveja cruzada con perro french llamada Algodón.

Sin embargo, el sufrimiento de su hijo la obligó a revelarle su pasado putesco. Una tarde al regresar de la escuela, llorando por tanto abuso, Ramirito llegó a su casa, que para variar estaba toda sucia y desordenada, casi un chiquero, y no sospechaba de lo que le esperaba. Petronila, a quien de cariño le decían Petronila, estaba dispuesta a revelar el secreto.

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Ramirito entró a casa, dejó sus libros tirados en cualquier lado, para dar ese aspecto de chiquero que tanto les gusta a los cerdos, porque según nos han dicho, los cerdos viven entre mugre, suciedad y desorden, y justo cuando su madre Petronila, a quien de cariño le decían Petronila, se disponía a decirle la verdad de su mechón, una llamada entró, lo cual es muy extraño porque los cerdos no saben usar el teléfono. Petronila, a quien de cariño le decían Petronila, contestó y conoció una grave noticia: Cerdon, su esposo había sido sacrificado y convertido en carnitas, jamón, chicharrones y pierna ahumada.

La noticia la destrozó. Ramirito no sabía que estaba pasando. Todo parecía derrumbarse a su alrededor. Figuras emblemáticas de los cerdos como Porky o Babe, el cerdito valiente aparecían burlándose de él. Petronila, a quien de cariño le decían Petronila, lloraba y gritaba oinks al cielo. No pasó nada más ese día. Nunca más pudo contarle su secreto. Ramirito escuchaba constantemente los oinks en su cabeza, porque es lo único que pueden decir los cerdos.

FIN

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