A lo Almodovar


– Soy lesbiana – se apresuró a responder una pregunta inesperada, esbozando una sonrisa ; tratando de seguir un juego que rápidamente se le salió de control.

– ¡Nooo, ya tengo pareja! –. Ya todo estaba perdido. Sonrojada, el mundo cada vez se le hacía más grande…

– No es que te esté proponiendo llevarte a Amsterdan y que nos casemos. Sólo estoy probando a ver si logramos tener una noche de pasión –.

Estrellas asomando detrás de nubes azuladas con matices blancos. El cielo, de un azul profundamente oscuro, sonreía. No había lluvia a pesar de ser época. En términos más terrenales, la noche invitaba para estar fuera del bar, recientemente inaugurado, y compartir charlas y deseos. Por más que le doy vueltas, el clima, el lugar y la compañía me hicieron sentir, por un momento, que estaba viviendo una de esas veladas del viejo Hollywood de los años 50’s y 60’s. El Gran Hotel era el testigo.

En una de esas charlas de pronto mi mirada se fijó en la entrada del lugar. De entre la multitud, vestida de blanco y con un aire a lo Marilyn salió una chica con sonrisa amigable y mirada inquisitiva, se acercó a mí y me saludó

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– Hola ¿cómo estás? –. No es que sea yo el más buscado por las mujeres. Ya la conocía de hacía muchos años, aunque hasta hace poco había tenido la oportunidad de conocerla realmente. ¡Juro que sólo el aire soplando desde abajo le hacía falta para parecerse a la Monroe! Charlamos durante un momento con negligencia compartida.

Otros amigos salieron del lugar y la acera de la 9ª se convirtió en nuestro VIP room. – Y, viste, por ahí hay una iniciativa de legalizar la marihuana en todo el continente latinoamericano – me decía un amigo argentino. – Estoy enamorado de tu nombre – le decía yo a su novia.

Súbitamente una masa uniforme de unas 200 libras salió trastabillando del lugar. Un tight negro que, desgraciadamente, no se guardó para sí los tenebrosos secretos de esa uniforme figura, pedía pelo y un poco de aire. Blusa blanca. Pelo castaño. No quise prestarle atención, pero sus proporciones y su estado la hacían notar. Pero, igual no estaba con nosotros, y la charla, la imagen del vestido blanco intentado volar y lo agradable del momento eran más importantes...

...pero ella estaba dispuesta a hacerse notar. Sin ningún esfuerzo, debido a su tamaño y proporciones, la “chica” en cuestión se abrió paso entre quienes estábamos ahí, por un momento me sentí como se sintió Indiana Jones en la lica en busca del Arca Perdida, se aferró a un amigo y a mí para no caerse. Sin previo aviso miró a la chica de blanco.

– Desde que te vi me pareciste lindísima. Me dije ¡QUÉ RICA ESTÁ ESA CHAVA!–

Como bien dije antes, en ese momento el mundo se le hizo más grande. O más bien su “conquistadora” pareció tomar la figura del mundo.

– Me dan ganas de lamerte la cara –

– ¡Qué tetas! –

– ¡Me fascinás! –

Una tras otra, como balas asesinas.

– Me pela la verga lo que digan de mí. Ustedes no se aflijan que estoy a verga – repetía la masa en cuestión.

Pero su espectáculo no quedaría ahí. De pronto la tomó contra uno de sus pilares, que no fui yo. Mi persona sirvió como escudo humano en el que la chica de vestido blanco se escondió y así evitar la avalancha de “cumplidos”.

–Sos una puta rica –

–Hay que probar que tan bueno estás–

El amigo que hacía unos momentos confesaba su malestar y resaca por la noche anterior ahora estaba siendo atacado por este monstruo hormonal y calenturiento. Toqueteos, arrumacos y lamidas.

Sólo hacía falta el cuarto para vomitar y de Hollywood hubiéramos pasado a la Roma de las orgías y excesos. Y vaya que esta tipa era un exceso. No cabe duda que a las mujeres se les deja pasar cualquier cosa…

Y luego se quejan.

Comentarios

Engler ha dicho que…
marylin es marylin?
Jorge Rodríguez ha dicho que…
No puedo negar ni confirmar eso...