Dealin' with the pusher (parte 1)


Era uno de esas noches en las que el deseo de mezclar mi sangre con un poco de alcohol fermentado se hacía necesario. Mi nueva condición de ciudadano del mundo, junto con la ansiedad de poner en práctica lo aprendido por errores cometidos en el pasado, me empujaba a aventurarme a buscar experiencias nuevas.

La falta de amigos era un factor determinante que alimentaba mis dudas. La opción de quedarme en casa peleaba con esa sensación de despojarme de viejas rutinas. Abajo, las calles emanaban un olor a festividad, a vida. De un lado a otro las ideas peleaban entre sí. Salir al mundo por primera vez por mi cuenta era un escenario más atractivo que quedarme adentro y pensar en lo que no tenía. Agarré mis llaves, un sudadero y me encaminé.

Tiempo después esa sería una rutina que se repetiría casi diariamente. Pero ahora era el primer paso. Es como eso que sentimos cuando somos niños y estamos aprendiendo a caminar. Varias veces nos dimos en la cara y nos dolió. Luego, aprendimos a meter las manos, pero una que otra vez nos caímos y nos dábamos en el culo. Finalmente, después de muchos intentos, caminamos, y luego olvidamos lo difícil que fue tomar la decisión de dejar la seguridad de una mano que siempre está ahí, se volvió rutinario, natural.

Saliendo de casa me topé con un tipo de unos 30 años, delgado, un poco más bajo que yo. Hablaba por teléfono cuando cruzamos camino. Mientras esperábamos en el elevador esbozó un -que onda, me acabo de pasar a vivir al 21, ahí estamos a las órdenes para lo que necesités- Bastante amigable. Un escenario que cazaba muy bien con las expectativas, mientras decidía salir de casa.

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-Buena onda, yo vivo en el 18, y pues ya sabés-. Mientras bajábamos al primer nivel, me comentó que se había mudado con su novia, una de las chicas que ocupaban el 21. Al llegar a nuestro destino me preguntó a dónde iba; -pues tengo ganas de una chela-. De la nada me dijo que me invitaba un cubetazo, en un bar que está a dos cuadras de donde vivíamos. Perfecto, sigue siendo un escenario que caza muy bien con mis expectativas. Un vecino borracho.

En mi cabeza eso se traducía en dos cosas: chupes seguidos y chavas. En mi disertación de lo que se me presentaba, mis conclusiones preliminares fueron: el chavo vive con su novia. La novia seguramente tiene amigas. Si hay güaro, lo más seguro es que las amigas sean borrachas. Si son borrachas, puede que también se pongan fáciles en determinadas situaciones. Todo cazaba perfectamente con mis expectativas planteadas antes de salir de casa.

Camino al bar le comenté al amigo, de quien hasta ese momento no sabía su nombre, que yo estaba corto de efectivo, y que sólo podría quedarme para dos chelas. –No hay clavo viejo, yo te invito- me dijo.

-Ah si, y eso, si no me conocés-
-Bueno, si querés va, igual yo me voy a pedir un mi cubetazo-

Puta, en realidad el escenario estaba mucho mejor de lo que yo me había planteado. Además de todo, gamonal el tipo. Y bueno, ante proposiciones como esta, es muy difícil negarse. Pues nada, entramos al lugar. Si no mal recuerdo, había una banda de esas que ni siquiera tocar covers pueden. En realidad ese lugar nunca me gustó. Surgió en una época en la que la séptima avenida fue utilizada como sede de los fresas wannabes que no tenían pisto para ir a bailar a cuatro grados y la zona viva. Había dos lugares; este, que hoy nos damos bien a llamar “el redondo”, y otro, que luego se mudó a vecindarios más prósperos y fugaces, digo fugaces porque creo que el lugar que se mudó a cuatro grados vivió menos de lo que existió en el centro.

Comentarios

Abril ha dicho que…
Yo le apunto mas a las gallo... es cuestion de nacimiento, jajajaja igual esas tus Victoria/Corona se miran buenas.

Un dia de estos te doy mi numero de telefono y nos vamos por las gallo.


p.d. A mi tambien me pasa lo mismo en el mes de Julio
Abrazos
Jorge Rodríguez ha dicho que…
Mmmm bueno, en realidad yo también prefiero la gallo. Esa es sólo una foto que me encontré en la web.

Y claro me parece bien la idea de juntarnos y tomarnos unas gallos.

Un abrazo