Otra de mis muladas (otra más)


Cuento de Brujos
chisme de entierros
los vecinos dicen: ahí viene el muerto.
Era del barrio
tumba sin flores,
un pobre diablo
con dientes de oro.

Probablemente no sean muy inteligentes las chorradas que pasan por mi cabeza casi todo el tiempo. Por ahí me pierdo entre pensamientos arbitrarios, por ejemplo, de la coyuntura política latinoamericana, la importancia de que mi hijo crezca en un buen ambiente y cómo conseguir fiesta la mayor cantidad de tiempo. Y bueno, pues entre todo eso, creo que lo que se me ocurrió podría bien ser compatible con esas tres cosas que cruzaban mi cabeza no hace muchos días atrás.

Si tomamos en cuenta que en Guatemala las cifras diarias de muertos son elevadas, y que las autoridades no hacen absolutamente nada por evitarlo, aclararlo o castigarlo. Que los medios de comunicación se centran más en difundir noticias de sangre y no tanto en apoyar las campañas de desarme, prevención y concientización. Que la mayoría de gente sólo se manifiesta cuando un grupito interesado los manipula y luego se les olvida e ignoran conscientemente lo aberrante e insultante que es el asesinato diario de personas inocentes.

Si tomamos también en cuenta que las campañas de promoción turística y muchas películas gringas nos ponen a los latinos como estas sociedades calientes, que gozan con el baile, sus fiestas tradicionales y su toque folclórico a un sinfín de facetas de la vida, la combinación de estas dos realidades (la de los muertos y la de el alma fiestera) bien podríamos crear una realidad totalmente diferente en nuestro continente.

Cada año celebramos a nuestros muertos y nuestros santos el 1 de noviembre. Comemos fiambre, nos reunimos en familia, los cementerios se visten con globos, música y comida. Se hace el pan de muerto. En algunos lugares se toma chicha. Y bueno, la noche anterior, en una tradición importada de los gringos, mucha gente se disfraza tal cual piñatas de la 10ª. Avenida. En fin, son dos días en los que la muerte es celebrada y emancipada como una actividad relevante en la vida de cualquier persona. ¿Y si lo hacemos todos los días? En lugar de ir como borregos a la plaza Italia, disfrazados todos del mismo color, por qué no mejor armamos fiestas tipo halowin, salimos a la calle disfrazados como la piñata de nuestro personaje favorito a pedir dulces y dinero, y a las personas que no nos den, les tiramos huevos a sus casas para que aprendan a no ser “agarrados”.

Luego de todo esto, podemos regresar a nuestras casas, contar el botín recolectado, nos reunimos en familia y disfrutamos de un buen plato de fiambre, pan de muerto y fresco de súchiles. Más tarde con los cuates, le entramos a la chicha, la cusha y cualquier bebida que nos permita brindar por los que ya no están.

Si esto fuera así, seguramente la coyuntura política latinoamericana sería totalmente distinta. Yo podría decirle a mi hijo que está bien disfrazarse y pedir dulces por la calle. Que está bien tomar chicha, o cualquier tipo de güaro, para brindar en honor de los que no están. Tendría fiesta constantemente, y seguramente la atmósfera general del país sería diferente. Claro, por ahí podrían pensar "qué aburrido comer todos los días fiambre", pero seguro es más nutritivo y saludable que una hamburguesa o una pizza.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
te luciste eso si que fue idiota