Historias de una camioneta (parte 2)

De pronto el tatuaje, los lentes oscuros, el pelo largo encendieron algunas alarmas. Sin embargo ella misma apagó el pequeño incendio. “Te dolió?” preguntó, señalandome el tatuaje con la mirada “No mucho”, respodí. “Yo quiero tener uno, pero tengo 19 años y todavía me mandan” me dijo. Una pequeña advertencia. Estaba tanteando el terreno. “Y tú? Cuantos años tenés?” “Tengo también 19” contesté. Una risa incredúla se dibujó en sus labios. “No te creo, yo más bien digo que has de tener como 23”. Me alimentó el ego y mi seguridad se fortaleció. Al mismo tiempo que me hablaba, me tocaba constantemente el brazo y cuando reía se recostaba en mi hombro.

Sin más preámbulo, me animé “Entonces qué? Me aceptás la invitación a comer?” “No sé, me pueden regañar en mi casa. Mi tía me está esperando”. “Bueno, comemos y luego te acompaño al parque, lo prometo”. Era el momento. A una cuadra de la octava calle el asunto estaba entre continuar la historia y ver hasta dónde llegaba o pararme, bajar y dejar que la imaginación hiciera el resto. Me miró como buscando algo para terminar de animarse. “Te prometo que te hago lo que querrás” mencioné. Claro en ese momento hablabamos de comida, pero creo que ninguno de los dos se refería a la comida precisamente.

Y en efecto, mi última frase la convenció. Nos bajamos del bus y empezamos a caminar. El camino desde la 3ª. hasta la 7ª. Avenida fue bastante interesante y un poco curioso a la vez. En realidad no recuerdo lo que me decía, sólo pensaba en qué iba a hacer. Cómo lo iba a hacer. De pronto empecé a sentir una tensión en la parte baja de la espalda. Saqué un cigarro para tratar de tranquilizarme y ella al verlo preguntó si eran cero grados, a lo que respondi negativamente. De igual forma me pidió uno. Al encederlo, noté que me temblaban las manos. La risa interna me invadió. Me sentía como un quinceañero que está a punto de ver su primer par de tetas en vivo. Al llegar al elevador, uno de los trabajadores del edificio me saludó. Yo lo saludé de regreso. Es curioso, pero en su mirada habia como una especie de complicidad. Tampoco era la primera vez que me veian entrar con una chava. Pero esta vez era diferente. Esta era una chava a la que acababa de conocer hacía tan sólo 20 minutos, y ya la tenía al umbral de mi puerta.

Como todos los nuevos visitantes, al llegar a mi piso, quedó maravillada con la vista que tengo. Al igual que mucha gente nueva, preguntó acerca de los temblores. Ya nada me importaba, la tensión seguía presente en mi espalda por lo que tenía que hacer algo. Lo curioso es que mi refrigerador está desconcetado. En mi apartamento lo único que tengo de comida es un sobre de consomé de pollo, un poco de té de ginseng (bénditos chinos) y arroz precocido. Mientras hacía la pantomima de que iba hacía la cocina, ella, que estaba parada bajo el marco de la puerta de mi habitacion me vio y me preguntó “Con quién vivís aquí?”, “solo” respondí. Eso fue lo último que se dijo. A partir de ahí nos dirijimos a mi cama e hicimos lo que teníamos que hacer. Finalmente ese par de tetas que 10 minutos atrás me pedían que las viera fijamente a los ojos me dieron la bienvenida a un festín del cual antes no había comido.

Los detalles de esa parte de la historia me los reservo, o más bien lo guardo para el orgasmo de coche. Al finalizar nuestro asunto, tal y como prometí, la acompañé al parque morazán. En señal de agradecimiento le compré una bolsa de piña con pepita y chile, mientras, yo me comi una de melón. Me dio su número de teléfono y me dijo “ahí me llamás” a lo que respondí “seguro, tal vez la próxima semana”. En realidad no lo haré. Arruinaría el momento. Mejor que quede así. De esta forma pasará a la historia como la primera vez con una desconocida. De esa forma no la olvidaré.

Volví a mi apartamento casi a las 5 de la tarde. Como no lo pasaba hace ya un buen tiempo, el lugar olía a sexo. Me deshice de los envoltorios de los condones que utilizamos, rehice mi cama, bebi un poco de agua, me preparé una sopa instántanea de cinco pesos, me fumé un cigarro y me recosté en mi cama con la satisfacción de haber hecho algo que nunca antes había hecho y que, probablemente, creo nunca más volveré a hacer...

Comentarios

Allan Martínez ha dicho que…
Esoooooooooooooooo matador¡¡¡¡¡¡¡ OLÉ
Gabriel Arana Fuentes ha dicho que…
foc...
s es cierto mis respetos... que huevudos... definitivamente era el lugar y momento indicado... felicidades.
Jorge Rodríguez ha dicho que…
vigilante: Te dije que tenía detalles, pero lejos de lo que pasó, igual me gustó la crónica jeje.

Gabriel: Pues claro que fue cierto, un tanto surreal e irrepetible, pero pasó. A veces nos ponemos el traje de conquistadores y los espejitos funcionan
Anónimo ha dicho que…
Deje de leer Penthhouse esa onda calienta. Buen relato vos, lo bueno es que te quedo el número de telefono. Saludos.
Anónimo ha dicho que…
uuu buen relato! q excelente ese tipo de historias, un dia cualquiera para vos sin siquiera imaginar lo que iba a pasar