El nacionalismo banal

Conceptualizado por Michael Bilig, es la forma difusa que toma el nacionalismo en las sociedades contemporáneas, convirtiéndose en un mecanismo omnipresente de orientar las percepciones y hacer aparecer como natural la identificación entre una lengua, una cultura y una comunidad política. Ya sea en rituales colectivos como el deporte, o en detalles menores como la utilización de banderas para identificar las lenguas en las que se escriben los ingredientes de una caja de cereales, el nacionalismo banal reproduce cotidianamente los esquemas mentales del nacionalismo. http://es.wikipedia.org/wiki/Nacionalismo

Por ahí por los finales del siglo XVIII nació el concepto de nación. La revolución francesa, que durante diez años, con su punto más triunfante para las clases obreras francesas en 1789, forjó los inicios de una concepción de República en detrimento de los Estados Monárquicos que reinaron el mundo occidental durante siglos.

A partir de ahí, se fueron sucediendo una serie de levantamientos, principalmente en el continente americano, que hasta entonces estaba formado por colonias de países como Inglaterra y España. La idea de nacionalismo se instauró entonces, como el reclamo por una soberanía territorial y un apropiamiento de los valores sociales, económicos y culturales de una extensión de tierra determinada.

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Pero la consolidación de las repúblicas soberanas, desligadas de reinos y sistemas sociales feudales no fue similar para todas las Naciones. En algunos casos la diferencia de ideologías, así como las siempre eternas pugnas por el poder, dividieron territorios enteros, fragmentando y desvirtuando las luchas iniciales de los próceres de las independencias. Diferencias sociales, económicas y religiosas entre mestizos e indígenas, los poderes que aún mantenían las clases clericales y los antiguos nobles, quienes por ser dueños de amplios terrenos, marcaron el destino de muchas naciones..

Pero lejos de esas pugnas políticas y de poder, que aún se manifiestan en nuestros días, el sentido de pertenencia de poblaciones enteras se fue acentuando y adoptaron leyendas, tradiciones y costumbres como estandartes representativos de los pueblos de cara al exterior. Usualmente las armas y las luchas internas marcaron esas decisiones. Poco a poco el continente americano se sumergió en conflictos armados. Supresión y exterminio de etnias completas. La identidad, en países como Guatemala, se confundió y se perdió en un camino teñido con sangre.

Luego, y como ha sido usualmente en la historia de la humanidad, la influencia de imperios nuevos contribuyó a que esa identidad quedara varada en un fuego cruzado entre comunistas y capitalistas. La Guerra Fría se trasladó a nuestro territorio, y el conflicto armado interno, que un día empezó por la búsqueda de igualdad para todos los pueblos, se convirtió en una lucha entre terratenientes que buscaban poder. En el camino las diferentes etnias mayas vieron como sus integrantes fueron masacrados u obligados a salir al exilio con lo que el sentido de pertenencia a una nación se vio soslayado y silenciado.

Ahora, con doce años de “paz” el mundo capitalista ha volteado la mirada hacía esas etnias que un día intentó eliminar, y las ha visto como una buena oportunidad de explotarlas y enmarcarlas como la identidad de todos los guatemaltecos. Los trajes, artesanías, costumbres y tradiciones ahora son vistos como una marca comercial, perfecta para ser vendida a todo aquel que desee consumirla. Pero la definición de la identidad como pueblo no queda ahí. Ahora con las nuevas tecnologías, sentirse propio de una tierra con características definidas y diferentes a las de otros pueblos ya no sólo va en la línea de lo colorido y folclórico. El uso del teléfono celular como medio para expresar ese nacionalismo se expresó fuertemente durante la transmisión de un reality show musical en el 2007, en el que un guatemalteco participó.

Rápidamente el apoyo se transformó en una euforia desmedida. Cerca de 8 millones de mensajes de texto, con un valor de $1 cada uno, unos Q7.75 en ese entonces, fue el beneficio para la empresa de telefonía celular que patrocinaba dicho evento. ¿Qué ganó Guatemala como país?. Las calles, desplegados de prensa, anuncios comerciales, Internet. Todo se vio invadido con mensajes exhortando a apoyar a uno de los nuestros. El nacionalismo y la identidad vieron como las luchas ideológicas se transformaron en un voto hacía un programa que premia la popularidad por sobre la calidad.

Mientras tanto, en esa misma época, una deportista guatemalteca triunfaba en los mundiales de judo. También, un cineasta local se hacía con el primer lugar en el festival de San Sebastián. Ninguno de ellos fue visto como icono del orgullo guatemalteco, salvo por sus entornos mas cercanos. El dinero y el acceso a los medios hacen identidad.

Desde entonces, las replicas por mostrar y sacar pecho por pertenecer a un país como Guatemala se han dado en formatos similares. El voto por declarar a el Lago de Atitlán como una de las nuevas maravillas naturales del mundo o el reciente concurso, promovido por un sitio web español, para escoger a la bandera más bonita del mundo. El apoyo es desmedido y, muchas veces, irracional.

El caso del Lago de Atitlán, que recibe toneladas de basura diariamente a consecuencia del descuido de las autoridades de cada municipio y pueblo que rodea al lago. La pobreza generalizada en la que viven muchos de sus habitantes y un deterioro constante en las vías de acceso al lago crean una paradoja interesante en éste tema en particular. También hacen saltar ciertas preguntas que no han sido respondidas por las autoridades correspondientes. ¿Qué pasará si finalmente es elegida como una de las nuevas maravillas naturales del mundo? ¿Significará eso una mejora en la calidad de vida de sus habitantes? ¿Tendrán la oportunidad de acceder a los servicios básicos como saludo, seguridad, educación y vivienda? ¿El gobierno central dedicará más fondos para el desarrollo turístico local? ¿Se capacitará en temas como competitividad, mejoras a la infraestructura turística y trato al turismo a los prestadores de servicio?

Las conclusiones que se pueden obtener de éste pequeño, y apresurado, ánalisis van dirigidas en la línea de que el nuevo nacionalismo, lejos de ser una expresión basada en ideologías definidas y contrastadas, se apoya cada vez más en concursos banales. Vale más que la selección de fútbol gane su partido clasificatorio para la copa del mundo contra México, o que un cantante se haga con el primer lugar de un reality o que el Lago de Atitlán sea reconocido mundialmente como una maravilla natural.

Como ya decía Michael Billing, que fue quien acuñó el concepto del nuevo nacionalismo, éste es la forma difusa que toma el nacionalismo en las sociedades contemporáneas, convirtiéndose en un mecanismo omnipresente de orientar las percepciones y hacer aparecer como natural la identificación entre una lengua, una cultura y una comunidad política.

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