La metáfora de un encuentro





Día a día recuerdo las noticias que me llegaban, que me hablaban de un encuentro único, mágico y profundo. En un principio fingía no interesarme en aquello de lo que todos hablaban. De cierta manera, siempre me he considerado como algo poco usual comparado con el resto de los que me rodean.

 A pesar de ser del mismo origen que la mayoría, llegó un día en el que, por fuerza mayor, me vi destinado a no formar parte de esa nube de rocas lejana en donde todos se movían, donde todo parece ser un baile cósmico en el que cada uno juega un papel esencial en la existencia del otro. Sin embargo, la oscuridad fría y latente del entorno suele ser la compañía perenne de todos. Es un paisaje profundo en el que flotamos como aquel en el que desciende una burbuja después de haber alcanzado el éxtasis de su punto más alto.

Y es esa oscuridad la que nos arropa más que cualquier otra cosa, porque, según lo experimento constantemente, es en ella en donde encontramos la fuerza suficiente para movernos, aunque no lo parezca.

Las noticias seguían llegando. Mientras más lo ignoraba, más pensaba en ello. Y sin darme cuenta, los paisajes se hacían más luminosos, tanto que ya no podía ignorar la inevitabilidad del encuentro. Ahora, más consciente de mi propia realidad, de mis propios impulsos y anhelos, me disponía a enfrentar algo que me asustaba, pero que al mismo tiempo me intrigaba y me empujaba.

Las noticias se hacían más constantes. "No sucedía desde hace mucho tiempo". "Esto definirá a nuestra generación". "Lo que fuimos y lo que somos, la crónica de un encuentro en el tiempo". Y sí, lo confieso: no era mi primera vez.

Pero una vez te vi, parecía como si lo fuese. Porque, aunque la oscuridad me envolvía y empujaba, la luz de algo nuevo y diferente me cegó al punto de obligarme a desprenderme de todo aquello que me pesaba. Y esa es la mejor imagen que se me ocurre imaginar de mí. Empujado por la oscuridad hacia la luz que me obliga a ser más pequeño y eficaz.

Las noticias se hacían eco de algo impresionante, impactante y especial. La velocidad a la que todo se movía era mucho mayor de la que usualmente suele acompañar mis días. No es descabellado mencionar que el encuentro fue eso y más. Fue un instante en el que concentré mis energías en sentir todo aquello que experimentaba. Atrás quedó el lento caminar de mis movimientos. Ahora, cada segundo estaba revertido de un vértigo que me emocionaba y me hacía girar. Y oh, coincidencia, tu imagen estaba frente a mí. Ahí, con movimientos sutiles y un aura estoica, que disfraza, sin embargo, la fragilidad que te caracteriza. Fuego por dentro, violencia y pasión, pero delicada y femenina.

Pero, como suele ser en el reino de la temporalidad, lo nuevo se convirtió en normal. Porque nada es estático, todo se mueve constantemente. Las noticias se hicieron menos frecuentes. La impresión, el impacto y la singularidad voltearon a ver a otro lado. Fue casi como estar de vuelta en aquella nube que hacía tiempo había dejado atrás.

La inevitabilidad que un día me acercaba hacia tu imagen, tu luz, hoy me empujaba de nuevo al vacío. Las noticias eran más un poema de despedida y mi realidad, que siempre fue la misma, poco sirvió para generar una reacción diferente. Porque las noticias solamente reflejan el lado de quien las hace públicas. Porque del visitante solo parece interesar lo que genera en quien lo recibe, en el impacto que forja ahí donde pasa. Un ave de paso, un flash, un instante capturado que pasa a ser parte de una colección de instantes.

Del visitante poco se sabe realmente. Porque, como aquellas rocas de aquella nube, durante esos recorridos por el espacio y el tiempo, he comprendido que quien se mantiene estático, dentro de una realidad constante, pierde la noción de lo que sucede fuera. Dejan de considerar, si alguna vez lo hicieron, que el impacto de un encuentro es similar para todos los involucrados.

Porque, aunque las noticias no lo reflejen, cuando te veo ahora desaparecer envuelta en un mar de oscuridad, me llevo esa luz que brilla a la distancia, sabiendo que, sin importar el tiempo que transcurra, serás parte de mi aún y cuando a mi regreso, porque ten por seguro que volveré, el recuerdo que tengas de mí será solo un registro de crónicas efímeras engullidas por el tiempo.

Y yo, mientras, continúo mi navegar constante en el mar inmenso de la oscuridad, reconstruyendo aquello que decidí soltar al momento de nuestro fugaz, pero significativo encuentro.

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